domingo, 19 de octubre de 2014

La naturaleza, cómplice de madre e hijo, se quedó en un segundo lugar, el viento se mantuvo en calma, la luna iluminó la escena.


Un viaje siempre es algo especial. Mis padres desde muy pequeño me inculcaron que el mayor aprendizaje de una persona es conocer otras culturas y otras gentes, tan distintas pero a la vez tan parecidas. El viaje al pueblo de Zaid se ha convertido en una experiencia tan especial que quizás a día de hoy algo de mí perdure allí -parecerá una frase hecha, pero verdaderamente es lo que siento-. Sus gentes, su cultura, su familia, sus colores, sus montañas… Viví sensaciones tan especiales, tan intensas que me cuesta encontrar las palabras para expresarlas. La causa: una boda; la compañía: un grupo de amigos montañeros (Ana, Alfonso, Facha, Inés y el que se dirige a vosotros). Nuestro amigo Zaid se casaba y nos ilusionaba enormemente formar parte de uno de los momentos más importantes de su vida.
 El desplazamiento hasta el pueblo de nuestro amigo se desarrolló como una auténtica aventura de 22 horas entre coches y barco, por lo que el cansancio iba apareciendo en nuestros rostros como si de un ultra se tratara, aunque la sonrisa no se desdibujó de nuestras caras como tampoco la ilusión por llegar a nuestro destino. Cuando las montañas del Atlas empezaron a aparecer ante nuestros ojos, caía ya la noche sobre los desérticos valles, por donde se iban colando de vez en cuando algunos oasis. Empezábamos a cruzar entonces pequeños pueblos. De estos me sorprendía la ausencia  de cualquier tipo de alumbrado público. Pequeñas bombillas eran las que indicaban la existencia de pequeñísimos locales comerciales, en los que se podía encontrar de todo. Cruzamos Imichil, la última población a la que llegaba el asfalto, y pasaríamos pronto a la pista de tierra. Fue una carretera flanqueada por montañas de 3.000 metros y parecida a la huella que deja una serpiente al reptar la que nos llevó al pequeño pueblo de Zaid. Llegar allí fue como retroceder 2.000 años en la Historia. Es sorprendente ver que las construcciones están hechas a base de troncos de árboles y adobe. 


El recibimiento de su familia ya caló en lo más profundo de cada uno de nosotros. El reencuentro de Zaid con su madre nos mantuvo en un silencio sepulcral durante un largo y emocionante momento. El  silencio se adueñó del espacio y nuestros vellos se erizaron al contemplar tan cálido abrazo. La naturaleza, cómplice de madre e hijo, se quedó en un segundo lugar, el viento se mantuvo en calma, la luna iluminó la escena.
 Esos días esta familia nos dio cobijo y alimento, además de un trato sin igual. Es alucinante comprobar con cuán poco se puede vivir; lo felices que son con lo poco que poseen: una vaca que ordeña su madre mañana y tarde, unos discretos cultivos bañados por un riachuelo, el rebaño que les proporciona carne para todo el año… ¿Es necesario más para vivir? Son tantas las preguntas que me surgieron… Son tantas a las que no encontraba respuesta…
 Uno de los días que salimos a correr por las montañas, hicimos una torre de piedras para que quedara de alguna manera nuestra huella en aquel lugar. La más importante de todas estas piedras viajó con nosotros hasta allí, se trata de una valiosísima piedra que ha sido pintada por otra compañera que nos acompañaba de una manera espiritual esos días, Noe.
Del día de la celebración solo cabe decir que fue muy peculiar… (¡Los invitados iban en camión!)  La presencia de mis padres, junto a unos amigos suyos, dio más emotividad a la situación. Pero la hora de regresar se acercaba mientras los invitados continuaban festejando el enlace, pues allí estas celebraciones se extienden hasta tres días. Estos hicieron un alto para acompañarnos al coche que nos iba a traer, entre otros muchos medios de transportes, al sitio desde el que hoy lo revivo todo.
Me sentiré eternamente agradecido a esas personas con las que pasé estos días que van a quedar grabados no solo en mi retina, aquellas que han hecho que el largo viaje de vuelta de 27 horas mereciera la pena y no resquebrajase la bestial sensación de haber vivido, haber aprendido, haber crecido tantísimo en solo unos días...



jueves, 16 de octubre de 2014

"Quizás no supiéramos todos los detalles de nuestra vida pero si sentíamos ese lazo de amistad que nos había unido en la distancia". Carta a Carlos Chamorro.




Carta a Carlos Chamorro.



Se dice que cada momento es único e irrepetible y ciertamente así es, nosotros día a día intentamos disfrutar de cada instante, de cada sensación y de  todo lo que otras personas aportan a nuestra existencia, intentando vivir con una visión positiva de la vida y dando lo mejor de nosotros mismos, ¡así es el equipo de En positivo+!



Hace un tiempo, a través de nuestra página conocimos a varios corredores de montaña y entre ellos a ti, Carlos Chamorro (Búscame en la cima), todo fruto de las casualidades, ya que nosotros ni somos corredores ni deportistas ni famosos…



La motivación y la fuerza que emanaban tus palabras nos conquistaron y acabamos siendo amigos en la red, Búscame en la cima y En positivo+ comparten una actitud positiva, luchadora, enamorados de las montañas y llenos de vitalidad.



Recuerdo que en el primer vídeo que realizamos subiendo una de las piedras de Ann y Noe, incluimos el símbolo con el cual se identifica Búscame en la cima, ese triángulo formado con ambas manos,  porque nosotros sentíamos esa conexión, esa energía que te da la montaña sin pedirle nada a cambio.



Lo más sorprendente de todo es que nosotros no te conocíamos personalmente ni a ti, ni a ninguno de los corredores con los que habíamos entablado amistad y fue la historia de las piedras de Noe la que acabó por hacer que la magia sucediera y pudiéramos conocernos en persona.



Hace una semana recibimos un mensaje de David donde nos invitaba a ir a conocer a Noe, a ti y a otras personas relacionadas con la historia de las piedras que suben cimas. ¡Y cómo no! ¡Nos hacía tanta ilusión! que sólo preguntamos por la hora y el lugar.



Llegó el día tan esperado y allí nos encontramos 6 amigos que jamás se habían visto las caras frente a la puerta de la casa de Noe y de su familia. Y aunque parezca mentira, en ningún momento pensamos que éramos desconocidos, porque con toda seguridad te podemos decir que no lo éramos. Quizás no supiéramos todos los detalles de nuestra vida pero si sentíamos ese lazo de amistad que nos había unido en la distancia.



Disfrutamos muchísimo con ese encuentro y la visita a Noe, donde pudimos ver la fortaleza de esos padres ante a situación que estaban viviendo y la preciosa mirada de Noe encantada de conocer a algunas de las personas que subían sus piedras pintadas con todo el amor del mundo a esas cimas bien alto.



Te aseguramos, que recordamos ese día con ilusión,  rememorando esas sonrisas y sonrisas que nos echamos, esa complicidad entre todos los que allí estábamos disfrutando el momento sin más. Un bonito y mágicomomento.



No había finalizado nuestro recuentro y ya estábamos planificando volver a vernos, y es que cuando la vida te da algo bueno…simplemente quieres más.



Así que ….

Carlos, ves pensando cuando nos vas a alegrar la cara y el corazón con una nueva visita a Barcelona.



PD: Nuestra “logística” o mejor dicho …. Nuestro chico de “logística” ¡¡¡es único!!! y nos llevará donde elijamos.





Un abrazo enorme del equipo de En positivo+

miércoles, 1 de octubre de 2014

"UN DEBUT SOÑADO EN EL UTBS" por Manuel Cayuela.




Mi amigo Manuel Cayuela hace unos días debutó en la prueba de ultradistancia ULTRA TRAIL BOSQUES DEL SUR, le pedí que con unas palabras describiera sus primeras sensaciones y emociones en ese momento... Aquí os dejo con una lectura, que expresa el sentimiento de muchos de nosotros...

UN DEBUT SOÑADO EN EL UTBS

A día de hoy 28 de septiembre de 2014 puedo decir que he completado mi primer ultratrail, 125km+ 3 kms perdido con 4000+. Fueron 27 horas donde pude disfrutar, reir e incluso llorar. Es increíble lo que se puede sentir en una prueba así. A los que nos llaman locos les digo que vendita locura por vivir y por compartir algo increíble, indescriptible. En esta distancia he conseguido darme cuenta de lo sencilla que es la vida, de lo simple y básico que es el ser humano y de lo compleja que es la mente. No puedo recordar ya los cambios en el estado de ánimo que tuve, casi tantos como subidas y bajadas tenía la montaña, pero mi determinación era clara: “he venido a acabar y lo voy a conseguir”. Esta consigna estaba grabada a fuego en mi mente. Aún así, en el km 107 sentí que un trozo de mi corazón se marchaba, pero tuve suerte y un ángel cartagenero vino a salvarme, a cuidarme, me dio su ropa, su cariño, su comida, su hombro para llorar y me hizo sentir que podía y pude (gracias David). Una vez más la montaña me regalo unas vistas impresionantes, un agua nieve que me hizo sentir minúsculo, un aire que movía todo mi ser y sobre todo me regalo 21 km preciosos junto a un ángel que jamás olvidaré. Como tampoco olvidaré a todos los voluntarios de mi club: Merche, Magdalena, Toñi, Raquel, Javi, Encarna, Naza, Pinte, David que me animaron y cuidaron, así como a la más importante Maite, mi mujer y mejor amiga que me ha apoyado y aguantado desde siempre. Ella me acompaña en el ultratrail de la vida, que para mi es el más importante que todo corredor puede correr. Nadie como ella me quiere, nadie como ella ha confiado en mi y me ha ayudado a conseguir mi sueño de ser finisher.